Como sabemos, el estrés, con su componente emocional, impresiona ciertos núcleos situados en la base de nuestro cerebro, tales como el hipotálamo y el sistema nervioso autónomo (este es el que permite nuestros movimientos involuntarios, latido cardíaco, digestión etc.); ambos se comunican entre sí por neurotransmisores, entre ellos la adrenalina
La sobre ingesta de grasas e hidratos de carbono y el aumento de masa corporal, tienen un efecto estimulador del sistema nervioso autónomo, no así las proteínas.
La adrenalina y noradrenalina liberadas durante la reacción emocional del estrés movilizan los depósitos grasos, que liberan a la circulación gran cantidad de ácidos grasos libres para la producción de energía, si no hay una actividad física que gaste estas grasas, las mismas circulan como lipoproteínas de bajo peso molecular (llamadas colesterol malo),estas se suman a las grasas saturadas de la ingesta distribuyéndose en el organismo y el excedente se deposita en todos los tejidos con preponderancia en las arterias.
Cada una de las células de nuestro cuerpo está contenida por membranas formadas por lipoproteínas, que darán una maleabilidad y ligereza de acción si están formadas de buena materia prima, grasas no saturadas, o darán una respuesta lenta o equivocada si están formadas por grasas saturadas (de mala calidad). Las grasas nos dan calor y son indispensables para la vida, para la formación de cada una de nuestras células; dichas grasas potencialmente están ligadas a nuestro extracto anímico en su primera parte del metabolismo y ligada a nuestro espíritu en su fase de generación de calor, son las que dan nuestro calor interior; o sea anímico espiritual.
Las que se deben consumir son las poli insaturadas o no saturadas, (aceites de primera presión en frío o de semillas, lino, sésamo, nueces, almendras) absteniéndonos de las grasas saturadas, de origen animal (fritura con aceites mezcla, carnes grasas, lácteos, principalmente quesos).
Por lo tanto, podemos elegir ser protagonista de nuestra propia vida, decidirnos a dejar ese sedentarismo que nos atrofia y envejece a cada instante optando por una actividad física importante de una hora diaria, y a su vez ofrecer a nuestro cuerpo, templo de nuestro espíritu, la mejor materia prima para tener una calidad de vida optima en nuestro cuerpo, vivir en armonía con nosotros mismos y con nuestro prójimo.
Dra. Rosa Giunchi (médica de orientación antroposófica)