En la historia de los pueblos y de las diferentes culturas, los dientes han tenido diferentes connotaciones, asociadas a la idea de fuerza, de resistencia, vitalidad, agresividad; como también referidas a lo espiritual, por ejemplo los dientes como nuestra “muralla de protección”.
Dada su extrema dureza, los dientes a nivel físico actúan como “herramientas”, al servicio de la masticación. Si observáramos el principio Hannemaniano: …”Lo semejante cura lo semejante”… veríamos que la utilización del “torno”, pinzas, etc. en odontología, sería actuar de manera análoga con la naturaleza de los dientes.
Podemos observar en los dientes una interesante paradoja: por ser los órganos más duros del organismo, presentan una máxima resistencia, y por otro lado en su interior se asocian a una intensa sensibilidad dolorosa; el “dolor de muelas” está considerado entre los peores sufrimientos del hombre.
El odontólogo se encuentra permanentemente con esta doble naturaleza del diente.
Otra polaridad manifiesta en la boca, es la de dientes- encías, relacionada con la inflamación y la esclerosis.
Las encías son tejidos en los cuales las fuerzas vitales están presentes y muy actuantes durante toda la vida. Su capacidad de crecimiento y regeneración son comparables a las del reino vegetal. Por el contrario los dientes presentan el máximo de mineralización en el organismo, llegan a la cristalización del esmalte, e interiormente su vitalidad es mínima, formando un puente dentinario como defensa- solo en algunos casos.
Las células hepáticas y gingivales tienen el mismo origen embrionario. En depresiones, por ejemplo, veremos hipertrofia gingival.
Los dientes viven en el elemento acuoso. La boca es bañada diariamente por casi 2 litros de saliva, esto muestra una intensa actividad etérica en la región cefálica- polo neurosensorio.
La secreción de las glándulas salivales está en relación con ciertos movimientos anímicos, su calidad varía en función de factores como impresiones visuales, auditivas, táctiles, térmicas, etc. El stress favorece la acidificación del ph salival, y con ello la predisposición a las caries.
En la lengua observamos dos fenómenos del proceso hepático:
-percepción del gusto- dirigida por el Yo.
-contracción muscular, pero de forma muy particular, ya que posee un extremo libre- la punta. Su funcionamiento es obra de la voluntad.
La mandíbula es un hueso contiguo a la base de cráneo insertado en la cavidad glenoidea, su sustentación básica está dada por el músculo masetero, que por las leyes de la balanza soporta hasta el peso de una persona.
Según Goethe en la mandíbula tenemos una imagen del cuerpo vital. Ésta se relaciona con los miembros móviles del organismo, y con la voluntad.
Los labios muestran una exteriorización de lo íntimo, y a su vez cierran una puerta para formar un espacio interior. Ellos se tornan la expresión viva de autodominio, a partir del momento en que el ser humano comienza a hablar.
Todos los dientes en el hombre se localizan radialmente alrededor de un punto central en la boca, esto es manifestación de la actuación del YO, en las arcadas dentarias.
Vemos también, de forma notoria la actuación del espíritu humano en el siguiente hecho: todos los tipos de dientes, incisivos, caninos y molares, se desenvuelven de forma equilibrada, sin predominancia de uno u otro tipo. En los animales observamos siempre unilateralidad en el desenvolvimiento dentario.
Cuando el YO humano actúa mas en el CF, éste tiene tendencia a aproximarse a la muerte. El esmalte dental es una señal directa de la actuación del yo.
Cada diente que nace es una evidencia, en el cuerpo físico, de una nueva conquista del espíritu sobre la materia.
Los dientes están expuestos al mundo exterior, y por lo tanto, representan una puerta única para percibir fenómenos relacionados con lo más íntimo del ser humano. Constituyen una radiografía constantemente expuesta al medio ambiente.
Dra. Fabiola Limardo (Odontóloga antroposófica)